Cuando se es pequeño y se observa la televisión unas seis horas diarias tal como yo lo hacía uno se hace de una concepción (basada de las experiencias de otras personas, de clichés y de dimes y diretes) con respecto a lo que ser periodista conlleva. Trabajo duro a todas horas, siempre prisa, siempre lo nuevo, lo actual pero por encima de todo la presión, oh por Dios la presión. Tan solo puedo imaginármela. Hablo de esa presión que debe de suponer el hecho de ser responsable de una edición impresa diaria. Todas las cosas que esto conlleva, la competición con otros diarios y ni mencionar los altos estándares, no nada más los que te exige el presente, sino los que te exige el pasado. Saber que el diario, bajo el mando de Julio Scherer, fue uno de los diez más importantes del mundo no debe de ser una carga ligera ni reconfortante.
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